Luis Prados Ramos
Notario

EL DILEMA DE ESPAÑA Y LA PROFESIÓN NOTARIAL

Utilizo prestado, parcialmente, el título de este comentario para exponer algunas ideas que desde hace tiempo me vienen a la cabeza, y que por temor, pereza, o quizás incapacidad para expresarlas he ido demorando. hace una semanas   ha salido a la venta el libro de Luis Garicano, llamado “el Dilema de España”, en el cual hace una exposición de los elementos que contribuyen a la riqueza de las naciones,  para posteriormente analizar la realidad española, y hacer una exposición de las cosas que deben de cambiar para poder convertirnos en un país próspero.

¿Qué tiene que ver esto con la profesión notarial?. Pues a mi entender que la crisis que vivimos desde hace varios años, afecta a todas la instituciones, y que los remedios que se postulan como generales, también tiene una aplicación particular.

Si observamos la evolución del notariado en España, para lo cual no más hace falta que acudir al libro que se publicó el año pasado, con motivo del 150 aniversario del Ley del Notariado, llamado COMPARECE: ESPAÑA, cuyos autores son Fernando García de Cortazar y Ricardo Martín de la Guardia, la época en la que la profesión notarial, y en general toda la administración española, ha tenido un mayor prestigio, es la que va desde el final de la Guerra Civil hasta el año 1986. Se habla en ciertos círculos de una época gloriosa, momento en el que muchas de las mejores cabezas del país, acababan en los altos cuerpos de la administración, y desde la propia administración se promueve una legislación de alto contenido técnico, cuya ejecución correspondía a funcionarios de alta preparación e independencia.

Desde el año 1986 se ha ido erosionando la administración española, perdiendo la vitola de prestigio que tuvo hasta entonces, y va apareciendo la figura del asesor y de los cargos políticos como sujetos que empiezan a controlar la administración, desapareciendo el componente técnico en la toma de sus decisiones, siendo un sistema totalmente corrupto el que se vive en la época de la burbuja inmobiliaria, felizmente estallada.

Centrándonos en la profesión notarial, desde el año 1986, parece que a la gran banca le molesta tener controladores independientes, y se inicia un proceso, que va de la existencia de unos turnos de reparto entre los notarios y/o mecanismos de compensación, como vía de garantía de su independencia (en términos coloquiales tener garantizados los garbanzos a un nivel mínimo)  a un control de los notarios por parte de los grandes operadores, encubierto en la necesidad de una mayor agilidad. La gran banca amparándose en el principio de libre elección de notario, impone a los clientes donde firmar sus operaciones, olvidando que la elección de notario corresponde al consumidor o usuario.

Desde el punto de vista de los notarios en particular, se da la situación que estar en ese sistema produce unos altos beneficios, sin necesidad de una gran inversión en capital humano, vía auto formación o la de los empleados. Los notarios, evidentemente no todos, pero si un número considerable, se lanzan a la búsqueda de aquellos clientes que les proporcionan márgenes importantes, olvidando que el sentido de su profesión está al servicio del ciudadano, y la norma que rige la contratación notarial, la tan olvidada libre elección de notario.

Las formas de entrar en esos sistemas son de lo más variadas, y algunas producen vergüenza ajena, pero en el fondo todas ellas encubren algún sistema de pago a favor del banco, como pueden ser las  comisiones directas a los apoderados de banca, regalos que exceden de la mera cortesía, mantenimiento de saldos  importantes en  entidades financieras, invitaciones a cenas o viajes, pago de comidas de navidad, participación en sociedades, compra de pisos a las inmobiliarias afines…. A mi personalmente me produce el mismo sonrojo que un familiar cercano a un ministro  sea  miembro de un organismo cuya misión principal es fiscalizar al gobierno, que un notario participe en un consejo rector de una Caja de Ahorros, que luego es su mayor cliente.

Todo esto es una verdad en la profesión notarial. Evidentemente no todos los notarios. Esto es lo que tiene que atajarse, pues poniendo un simil con la contratación administrativa, no aceptar el derecho a la libre elección de notario por parte de los consumidores, es como el amaño de la contratación administrativa, de la que tan frecuentemente  tenemos referencia en los periódicos y desde mi punto de vista el mismo grado de corrupción hay en un supuesto que en  otro.

Expuesto de manera esquemática y simple, el gran problema de la profesión notarial, que ha sido el abandono de la esencia de su función, creo que de manera evidente se pueden extraer los elementos de cambio que necesitamos, que son coincidentes con los demás que tiene el país y que tomo prestados de LUIS GARICANO: una mayor competencia, una correcta definición de lo que es la competencia;  cumplimiento de las reglas  que existen; y un sistema  que permita premiar a los buenos y castigar a los malos (para que al final todos sean buenos).

 

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